Declaración del Círculo de Amigas feministas hacia la Asamblea preparatoria del 8M: UNIRSE POR LA VIDA Y LA LIBERTAD ROMPER CON LA COMPLICIDAD PATRIARCAL




Días atrás, el portal LatFem publicó una nota escrita por Agustina Paz Frontera titulada “La unidad básica feminista”. En ella la autora afirma que la segunda asamblea feminista preparatoria del 8M habría perdido su “carácter unitario” gracias a una intervención del Círculo de Amigas Feministas en la cual expresamos que la prostitución es siempre violencia hacia las mujeres. Frente a semejante acusación, queremos ser claras: sí, queremos romper. Queremos romper con el patriarcado y combatimos sus concepciones y prácticas violentistas, misóginas y objetivantes hecha de femicidios, violaciones, abusos, desigualdades y discriminaciones, entre las cuales la prostitución es una de sus expresiones más crueles. Y llamamos a otras a que también lo hagan –incluso a los partidos de izquierda y organizaciones en los cuales reina un silencio atroz sobre el tema– en pos de una posible unión de principios: la defensa de la vida de las mujeres, de su libertad y dignidad combatiendo los venenos patriarcales y profundamente burgueses que se cuelan todavía en este progresivo pero desafiante movimiento de mujeres que estamos construyendo.

La prostitución es violencia hacia las mujeres

La cosificación del cuerpo femenino –de su sexualidad y dignidad– que fomenta la compra/venta del cuerpo de las mujeres al mejor postor es una invención del patriarcado, nada tiene que ver con la libertad femenina. Es también, al mismo tiempo, uno de los “negocios” más rentables de sectores de la burguesía en amplia y descarada connivencia y complicidad con todos los Estados, sin distinción política. Todos ellos han sido beneficiarios y promotores de las redes de trata, protegiendo a los proxenetas y clientes, persiguiendo con las fuerzas represivas a mujeres y personas en situación de prostitución. Es fundamental distinguir los planos: una cosa es el incuestionable derecho de todas ellas –hacia quienes nuestra solidaridad es incondicional– a defenderse de la permanente prepotencia de las fuerzas represivas, de la explotación de los proxenetas, de la violencia de los hombres consumidores, de la hipocresía y la doble moral eclesiástica y político-institucional; otra radicalmente distinta es hacer pasar por “libertad sexual” el supuesto derecho a vender el cuerpo y la propia sexualidad al mejor postor. Estamos hablando de un drama humano de enormes proporciones, de millones de mujeres, niñas/os –y cada vez más trans y travestis– en el mundo que son víctimas de esta situación, y del daño concreto que significa que desde el mismo feminismo se enarbole y se defiendan premisas fundacionales del patriarcado, como es la objetivización de las mujeres.

Las mujeres somos primeras en la vida. Aceptamos discutirlo todo

“Venimos a discutirlo todo” se titula un nuevo artículo publicado en el mismo portal, escrito por Majo Gerez, que intenta ser un relato de la tercera asamblea de mujeres preparatoria del 8M. Extraño título, cuando en realidad nos han acusado de divisionistas por defender el derecho al debate. Pero en estas líneas se afirman también concepciones que, en nuestra opinión, atentan contra la posibilidad de afirmación de la libertad femenina contra el patriarcado. Se afirma que el feminismo “ya superó su etapa esencialista donde el sujeto feminista eran sólo las mujeres, para cobijar otras identidades disidentes. Estamos construyendo feminismos populares, para el 99%, un feminismo que es también anti-biologicista”. Las mujeres somos el primer género constitutivo de la humanidad toda, juntas e inseparablemente del género masculino porque generamos, cuidamos, recreamos y proyectamos la vida de todos. En los cuatro ángulos del planeta y desde siempre, incluso en las situaciones más extremas o vulnerables. Contra estas inmensas potencialidades del género femenino se levanta el patriarcado, que a través del control, la sumisión y la violencia busca someternos y atacar, en primer lugar, la libertad de elegir sobre nuestras vidas. Es necesaria una fuerte y valiente reacción para defender la vida comenzando por afirmar nuestra identidad de mujeres. Denunciamos cualquier intento de disolución de los géneros (como hace la teoría queer, tan de moda en ciertos sectores del movimiento de mujeres y en las universidades). Desde hace 150 años las mujeres han luchado para que se nos reconozca como tales, en nuestra integridad humana. Nuestras antecesoras tuvieron que luchar para decir “las mujeres somos” y también “las mujeres podemos”. Afirmaciones que hoy –paradójicamente– corren serio peligro, poniendo en jaque nuevamente el reconocimiento de la existencia del género femenino en pos de la multiplicidad de géneros. Negar la existencia del género femenino significa negar la existencia de la humanidad misma e impedir cualquier posibilidad de liberación. Podemos redescubrir nuestras capacidades especiales aprendiendo a orientarlas por el bienestar propio y de los demás reforzando nuestra conciencia, lo que implica combatir tenazmente y sin concesiones al patriarcado. Este enfoque esencialista (por lo tanto empirista y existencialista), implica una visión de conjunto de la humanidad, distinguiendo pero no separando las esferas de la existencia entre sí, y rechazando cualquier tipo de determinismo o de reduccionismo. Quienes con ignorancia nos acusan de biologicistas lo hacen siempre desde algún tipo de determinismo o reduccionismo. Éste puede ser social, cultural o económico. Cualquier tipo de determinismo es un camino directo al relativismo moral. Si mujeres y hombres están determinadas por su propia biología o por la cultura o por las relaciones económico-sociales, su propio margen de elección queda reducido al mínimo y lo máximo a lo que pueden aspirar es a ejercer presión a las instituciones opresivas decadentes, sin pretender ningún diseño ni práctica de vida alternativa. Esta es una de las razones de fondo por la cual la rabia furiosa que expresan contra nosotras LatFem o algunas del Colectivo Ni una Menos se traduce en dulce complacencia a la hora de caracterizar a regímenes, jefes de Estado y patriarcas como Maduro y Evo Morales y antes a Chávez, Lula y al kirchnerismo. Todos ellos, junto a los gobiernos de derecha actuales, están unidos en contra de la libertad de elección femenina. ¿Tenemos que recordar que todos ellos han negado el derecho al aborto? Por supuesto, también defienden a la dictadura castrista, que por años ha encerrado a los homosexuales en “centros de reeducación” o que se ha vanagloriado de tener a las “prostitutas más cultas del mundo”. Por otra parte, el mentado “feminismo del 99%” contiene dos trampas eclatantes. La primera es su carácter prepotente en tanto idea que se erige como representación del conjunto de las personas y colectivos. Nosotras rechazamos de plano toda formulación que se pretenda representante de semejante inmensa mayoría, negando la diversidad humana y más aún, la diversidad de las expresiones feministas. El nuestro es un feminismo de las mujeres que quieren elegirlo e interpretarlo porque así puede comenzar a vivirse, enriquecerse y corregirse también. La segunda, no menos dañina, es que se trata de un nuevo intento de borrar o disolver el protagonismo innegable de las mujeres que precisan los feminismos para ser tales. Apelamos también a un poco de seriedad histórica: no es una “novedad” que las feministas se preocupen por la situación de otras personas o colectivos oprimidos. Así nació el movimiento sufragista, abrazando la causa antiesclavista y uniendo en sus filas a mujeres de etnias y hasta religiones diferentes. Un sector importante de las feministas de la década de los ‘60 y ‘70 estaban comprometidas contra la guerra en Vietnam y la avanzada bélica estadounidense. Los feminismos han tenido esta característica incluyente porque las mujeres la tenemos en la vida cotidiana: somos capaces de pensar en nuestro bien ligado al de los otros, de los seres queridos que nos rodean, aunque bajo el patriarcado y la institución familiar esta capacidad es sometida y se pone al servicio del poder negativo masculino. Que nuestras antecesoras hayan interpretado así su compromiso feminista es la prueba de aquello que venimos sosteniendo: cuando las mujeres se unen solidariamente para cambiar y mejorar su vida, mejora la vida de todos. Insistimos: querer disolver y anular el ser y la existencia de las mujeres es atentar contra los mejores recursos que tenemos como humanidad. Porque para afirmar la libertad de todos es imprescindible afirmar la libertad femenina.

Nuestro feminismo tiene a la humanidad en su corazón, estamos posicionadas éticamente junto a los más oprimidos/as, junto a los niños/as y a los inmigrantes perseguidos por los Estados, por la libre elección sexual y afectiva contra todo tipo de discriminación. Valoramos la conciencia de las mujeres como punto de apoyo fundamental para comenzar a cambiar la vida. Somos independientes del Estado y sus instituciones, todas patriarcales, y tampoco transamos con proxenetas y con quienes defienden el privilegio de considerarnos mercancías. Apostamos a la independencia y al protagonismo directo de todas y cada una, a construir relaciones de solidaridad y hermandad, a fundar y experimentar una libertad que no es sólo individual, sino que se mide y nutre en las relaciones y colectivos que fundamos junto a otras mujeres. Queremos unirnos en solidaridad para exigir dignidad y respeto, combatiendo el patriarcado y la censuras moralistas, eligiendo libremente quiénes queremos ser, cómo queremos vivir, afirmando también la libertad de expresar una sexualidad femenina donde el placer contenga el afecto, el respeto, la dignidad, el conocimiento, tratando de superar los parámetros patriarcales instrumentales, objetivantes, mortificantes de los sentimientos, opresivos y falocéntricos.  Con estas ideas y perspectivas nos hemos empezado a construir porque hay un sector de mujeres que quiere reclamar sus derechos afirmándose en común por fuera de las inmundas instituciones patriarcales. A su vez creemos que para hacer una contribución en este camino valioso que hemos comenzado juntas millones de mujeres, y que tiene expresiones en diversos ángulos del planeta, es fundamental romper decididamente con las concepciones y prácticas patriarcales, que pueden filtrarse entre nosotras, para afirmar nuestra dignidad y nuestra libertad.     
23/2/2018

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