Hacia el 3J #NiUnaMenos - Independencia y solidaridad femenina


Desidia estatal
La nueva pandemia, llevándose la vida de centenares de miles de personas en todo el mundo, está poniendo en evidencia la desidia, la ignorancia y la incapacidad de todos los Estados para cuidar de las personas. Los matices entre ellos se miden en la gestión más o menos eficaz de las cuarentenas, pero todos tienen la responsabilidad directa –actual e histórica– de degradar a niveles inhumanos las condiciones de existencia que permitieron el surgimiento y avance sin control del Covid-19. En Argentina hay en curso una potencial tragedia entre los sectores más vulnerables como las villas, los geriátricos, los inmigrantes y las cárceles. Mientras tanto, los femicidios y la violencia patriarcal continúan, ya son 55 las asesinadas durante los últimos meses, una situación agravada por la cuarentena que deja aisladas a las mujeres junto a los violentos. Frente a este drama, el gobierno solo ofrece una línea telefónica (144) y “atención policial inmediata” por parte de las mismas fuerzas represivas que asesinaron a Florencia Morales y Luis Espinoza. Aquellas que militarizan Villa Azul y se despliegan en las villas de CABA. Las mujeres que se realizan abortos clandestinos están corriendo muchos más riesgos, y en los hospitales –como en Santiago del Estero– se niegan derechos básicos incluso a las niñas. Entonces, ¿vamos a depositar en los Estados nuestra esperanza de mejoramiento de la vida?

Primero, las mujeres
Es urgente y necesario cambiar de mirada. Busquemos quiénes son aquellas/os que están al frente –junto con el personal médico– en el cuidado cotidiano alrededor del mundo. Son mujeres, en su inmensa mayoría, junto a los hombres más sensibles, quienes están en primera línea en la atención de la salud física y mental, en la proyección de la materialidad que la sustenta, en el tejido relacional y social entre las personas y en las indispensables enseñanzas para el cuidado, aunque no siempre de la mejor manera. Si las cuarentenas en todo el mundo están pudiendo llevarse adelante es por el protagonismo indispensable del género femenino en las casas, en los hospitales (representan el 70% del personal de la salud), en los campos de refugiados al borde de las fronteras, en las ollas populares de los barrios e innumerables iniciativas solidarias. Reconocerlo es fundamental, puede ayudar a pensar mejor y radicalizar la búsqueda de libertad y defensa de la vida que iniciaron millones de mujeres unos años atrás, desde aquel primer 3 de junio del 2015, comenzando a descubrir la fuerza que alberga en cada una cuando se une solidariamente con otras. Abrir camino a esta exigencia, profunda y caótica, es complejo. Porque la senda está plagada de violencia y de trampas, de límites concienciales y culturales que es posible y necesario afrontar.

Contra la injerencia patriarcal
Hoy el gobierno peronista de los Fernández encabeza una avanzada institucionalista que tiene como objetivo cooptar (sino aplastar) aquellas expresiones de radicalización femenina en curso. ¿Cómo? Como lo hace históricamente el peronismo: cediendo un poco para que nada cambie. Alberto Fernández hizo campaña electoral a favor del derecho al aborto, pero todavía hoy no garantiza cuestiones elementales como la ILE. Se erigió, flamante, el nuevo Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad que es absolutamente incapaz de ayudar a las mujeres más vulnerables. Las organizaciones feministas peronistas –con sus referentes ya funcionarias del gobierno– están en una frenética campaña para justificar cada acción gubernamental: bastaría mencionar el vergonzante comunicado público de apoyo al plan de pago de la deuda externa, pero no podemos dejar pasar el silencio cómplice con el que –en su mayoría– protegen al senador peronista y violador Alperovich.  

Un camino posible
Para nosotras, es indispensable dar vida a un compromiso estable en el cual la independencia y solidaridad entre mujeres sean valores fundantes. La independencia es una garantía para nuestra libertad de pensamiento, de decisión y acción, por eso rechazamos la injerencia de las instituciones estatales y eclesiásticas en cualquier aspecto de nuestras vidas.  La solidaridad es una idea y una práctica que fomenta el protagonismo directo de cada una, que nos une y fortalece para enfrentar la violencia patriarcal. La conciencia de las mujeres es indispensable para cambiar y mejorar la vida, desde ahora, comenzando a pensar y experimentar relaciones mejores –entre mujeres y con los hombres más disponibles– que le quiten espacio a la violencia patriarcal, sus presiones y mandatos. Con este espíritu construimos y expandimos los Colectivos de mujeres del CAF. Para pensar y actuar en común, para expresarnos siendo escuchadas, para activarnos juntas, para empezar a cambiar confiando en que el mejoramiento de la vida empieza por la transformación de las mujeres mismas. Un compromiso que promueve y apoya las mejores luchas apostando al crecimiento y radicalización de sus protagonistas. Un compromiso que necesita de las otras, porque la libertad individual solo puede crecer y nutrirse juntas, contribuyendo así a la libertad de todos.
  • ¡Solidaridad entre mujeres contra la violencia patriarcal!
  • Libertad, dignidad, respeto ¡Depende de nosotras!
  • ¡Independencia y protagonismo femenino contra la iglesia, el Estado y su alianza patriarcal!
  • Queremos la vida, queremos la libertad ¡Aborto legal, seguro y gratuito ya!
  • ¡La libertad de las mujeres es la libertad de todos!

3 de junio, ¡Participá de nuestra actividad!

Entrevista a Ana Gilly, Dirigente de la Corriente Humanista Socialista y fundadora del Círculo de Amigas Feministas
(Hora y plataforma a confirmar)