Plan nacional de negación y cooptación del protagonismo femenino

Hace unos días, el Gobierno lanzó el “Plan nacional de acción contra las violencias por motivos de género 2020/2022” comandado por el Ministerio de la Mujeres, Géneros y Diversidades (MMGD). El plan consta de una multiplicidad de medidas que presuntamente apuntan a la asistencia, la prevención, la protección y el acceso a la justicia. Se presenta a sí mismo como un “cambio de paradigma” en el abordaje estatal sobre el tema, pero en realidad se trata de un intento cabal de profundizar la cooptación institucional –ya en curso– del movimiento de mujeres.

La violencia contra las mujeres es violencia patriarcal
Muchos años costó a las mujeres descubrir e identificar la violencia sistemática que sufren. Combatiendo argumentos del tipo “emoción violenta” o “violencia doméstica”, las vanguardias feministas lograron que se la empiece a identificar en diversos ámbitos como violencia patriarcal. Es decir, como violencia de los hombres hacia las mujeres por el solo hecho de serlo. El patriarcado es la sistematización del machismo, una forma de opresión forjada por sectores de varones para su propio beneficio, para controlar al género femenino, las niñas y a los niños. Una opresión milenaria, motivada fundamentalmente por la envidia y frustración masculina frente a la libertad y la potencia creativa de las mujeres.
Nada de esto está presente en el flamante plan gubernamental. Tal es así que, en sus más de 170 páginas, menciona una sola vez la palabra “patriarcado” y no da ningún tipo de explicación sobre cuáles serían las razones de “las violencias por motivos de género” que dice querer erradicar, incluso adoptando terminologías reaccionarias del tipo “cuerpos gestantes” y, al mismo tiempo, ignorando deliberadamente uno de los principales motivos de violencia hacia las mujeres: el aborto clandestino. Tampoco da cuenta de la violencia que sufren miles de mujeres en situación de prostitución. Todo el documento abona al ocultismo y a la confusión negando la responsabilidad masculina, estatal y eclesiástica de la violencia sufrida por las mujeres.

La libertad de las mujeres depende de las mujeres mismas
El “nuevo paradigma” se basa en la idea de concebir al Estado como principal garante de la vida de las mujeres frente a la violencia. ¿Cómo? Ponderando el trabajo conjunto de Ministerios y gobiernos provinciales, aunque estos últimos tendrían la “libertad” de elegir el grado de su compromiso (también presupuestario). Más allá de lo inverosímil de la propuesta –basta ver la resistencia activa de las autoridades locales a la aplicación de un protocolo tan elemental e insuficiente como la ILE– el sustrato de esta idea es claro y peligroso: las mujeres están ausentes. No hay nada nuevo de fondo en la propuesta del gobierno. Es constitutivo del peronismo buscar aplastar o institucionalizar a sectores de la sociedad que se radicalizan. A las pruebas nos remitimos: el plan anuncia la promesa de financiamiento para las organizaciones sociales y comunitarias que  deseen “colaborar” con su política. El chantaje es total. Es muy importante no caer en confusiones: el proyecto tiene algunas, muy pocas, medidas que pueden ser útiles para aliviar en parte la situación extrema de las mujeres violentadas, como ser la promesa de mejoramiento de los refugios o de alguna asistencia económica temporal a las víctimas. Pero son harto insuficientes y son promesas que, de ser incumplidas, habrá que exigirlas, como siempre tuvimos que hacer frente a cada concesión ganada. De todas formas, lo fundamental es que no es posible delegar y confiar el “cuidado integral” –como el plan mismo reclama–  de nuestras vidas en instituciones que cotidianamente, y desde siempre, son garantes (y promotoras) de la violencia hacia las mujeres, a las que dejaron hace cuatro meses encerradas con sus golpeadores en sus casas, a las que abandonan en los prostíbulos de los que son clientes jueces, políticos y policías, por poner solo algunos ejemplos.
Venimos advirtiéndolo y debemos estar alertas: el gobierno peronista avanza en su intento de aplastar o borrar el protagonismo directo e independiente indispensable de las mujeres en la búsqueda de su propia liberación. La libertad de las mujeres depende de las mujeres mismas, nuestra independencia es fundamental. Por eso, desde hace años, apostamos a construir y fomentar un compromiso estable, independiente y solidario entre mujeres que promueva el protagonismo directo en el pensamiento y la acción para delinear un camino propio de libertad y de vida más benéfica, para las mujeres y para todos, combatiendo al patriarcado y sus instituciones, denunciando sus trampas y engaños.  

Ana Gilly